Ilustracción del artículo: Revista de Folklore, nº 25, 1983 |
Así me refería un comunicante
de la comarca de AIiste (Zamora) las circunstancias de su propia experiencia
con los lobos. Y más o menos, con ligeras variantes, de tal guisa se han
expresado sobre el particular otras personas. En algunos casos se dice que los
lobos acostumbran levantar polvo con las patas, para de este modo cegar al
caminante de turno.
Los testimonios que hablan
de encuentros con lobos en el campo son ciertamente variados y numerosos. La
mayoría de ellos proceden de personas que pretenden apuntar la condición maligna
del lobo y su peligrosidad para los viajeros solitarios, pero al mismo tiempo
introducen una duda en la apreciación correspondiente. A tal respecto, cabría
hacer un comentario en tono de humorada: puesto que únicamente los lobos
hambrientos pueden llegar a representar algún peligro potencial para el hombre,
según opinión generalizada, ninguno de los que mencionaban mis comunicantes
debía estarlo, ya que no habían hecho intención de atacar...
Wolves hunting an explorer. H. Morgal (1900)
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Creo conveniente atender la
significación de tales creencias haciendo uso de un conjunto de claves que nos
proporciona la Antropología Biológica y la Etología o ciencia del comportamiento
animal; in mente del lector estará la idea de que a veces procede el realizar
una prudente traslación de cuestiones específicas a terrenos que en principio
pudieran parecer poco idóneos. Precisamente quiero señalar tal extremo,
poniendo de relieve la importancia que para el etnólogo o el etnógrafo, para el
antropólogo en general, tiene la exégesis de un aspecto determinado a la luz
-con la ayuda del análisis de otros significantes. Así, lo primero que debemos
hacer es aislar los diversos elementos del relato; más que aislarlos:
concretarlos, definirlos, y luego buscar su significación dentro del contexto
del relato. El paso siguiente sería tratar de hallar el nexo que
presumiblemente los emparenta formalmente con otros, situándolos en una dimensión
mayor: esencial. No magnificándolos cuantitativamente. No. Sino reduciéndolos a
términos de inteligibilidad. Pues lo contrario nos conduciría peligrosamente al
terreno puramente descriptivo, donde lo anecdótico, de puro conspicuo, desvía
la atención hacía lo oculto, esto es, hacia el significado profundo.
Hecha la anterior
disquisición, veamos cuáles son las unidades principales en que pudieran
subdividirse los relatos de esa índole.
Storm Light. Camera Work n°6, abril
1904. Will A. Cadby. Fotografía, similigrabado . Como apunta Grande del Río la noche y la niebla pueden hacer del bosque solitario el paradigma del locus horridus.
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Un elemento principal: el
bosque (originariamente, si bien se omite en muchos casos sin otra explicación)
y dos factores fundamentales: nocturnidad y soledad, aparecen como constantes.
Por otra parte, el tipo de relación eventual (indeseable para el hombre) que se
suscita cinéticamente entre el hombre y el lobo es invariablemente
unidireccional, no recíproca: éste sale al encuentro de aquél, nunca el hombre
se topa casualmente con el lobo (*). Aquí ambos recurren al uso de sus
específicas facultades para mantenerse mutuamente a distancia. De una parte, el
instinto del lobo y su experiencia en sus seculares contactos con el hombre
generan un tipo de comportamiento definido por la ambigüedad: el animal aborda
al hombre, lo sigue, pero finalmente desaparece en cualquier revuelta del
camino. De improviso. La misma nocturnidad que le ampara le proporciona un
mayor grado de temeridad y aun de seguridad frente al hombre. La noche es, en
efecto, a decir de las gentes, el ambiente más propio del lobo. En ella se
metamorfosean ciertos seres y adquieren una más sutil dimensión los diversos
elementos. La noche viene a representar la idea de un microcosmos en el que
muchos de los fenómenos que se producen estuvieran fuera del control del
hombre. Y el lobo, no hay que olvidarlo, se erige entonces en dominador del
bosque, en un ambiente natural. Y, en algún modo, intenta también imponerse al
hombre o mujer que se aventure en tales circunstancias por caminos solitarios.
He aquí insinuada una imagen casi alegórica que se repite en otros relatos. El
camino puede actuar, hasta cierto punto, de catalizador. El camino sirve de
guía, no sólo en el plano físico. Al romper la continuidad física del bosque,
penetra en la entidad misteriosa de éste, pero ya como elemento que comunica
dos mundos, por lo general humanizados: el espacio del Hombre y donde el hombre
se siente más confiado (con respecto de la Naturaleza).
El papel que el bosque
desempeña en el desarrollo de tales episodios nos permite insertarlo en un
plano supranatural. Se presenta dotado de entidad propia. El bosque roza la
categoría de lo numinoso y no es por ello extraño que desde los primeros
tiempos fuese objeto de culto. En su seno tenían lugar toda suerte de
aquelarres y de ceremonias iniciáticas sujetas a anatematización por parte de
la Ortodoxia político-religiosa.
Hiver. Félix Henri Bracquemond (1833-1914),
grabado (s.f.). Noche, bosque y lobo personifican la hostilidad amenazante en el paisaje para el hombre.
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Obsérvese la contraposición
entre dos conceptos que se han hecho extensivos y consolidados en el lenguaje
común. A este punto convendrá retomar aquel aspecto de ciertos relatos (algunos
de los cuales he recogido personalmente en distintos lugares de la Península
Ibérica) en que se aconseja encender una luz para ahuyentar al lobo. Esto, que
a simple vista pudiera parecer un procedimiento natural para ahuyentar animales
feroces, encierra un sentido simbólico, explícito afortunadamente en la breve
apostilla de uno de mis comunicantes, quien. tras referirse a las
circunstancias de su propia aventura, añadió: "No sólo el fuego, sino
también una luz cualquiera, tiene el poder de ahuyentar al lobo, porque éste es
un representante del demonio, el Príncipe de las Tinieblas". Creo que
huelga el extenderse en más comentarios.
Hasta ahora me he limitado a
consignar los términos relato y creencia, sin hacer la oportuna diferenciación.
En el primero se halla subsumida la segunda, y es necesario diferenciar lo que
constituye un testimonio escueto plasmado en la correspondiente explicación, y
lo que ha de considerarse como creencia. Esta se concretaría, en el contexto
aquí tratado, mediante la interpretación popular, que permite hablar en
términos de intencionalidad del lobo acompañante.
Si el lector me permite usar
una licencia de asimilación conceptual, yo inscribiría aquélla en el
significado de prueba, entendida bajo dos vertientes: psicológica (el hombre
que sucumbiera psicológicamente, no ya por virtud de la fuerza con que el lobo
pudiera golpearle con el rabo, doblaría las piernas, es decir, mostraría un
signo de debilidad) y supranatural (la preminencia del hombre, en cuanto
especie, seria puntualmente rebajada a un nivel de equiparamiento e incluso de
inferioridad ante el lobo, en un ambiente boscoso, nocturnal y sin aparato
tecnológico ni arropamiento social alguno).
La creencia vendría
expresada, pues, de una parte, en la idea de que se produce alguna clase de
"forcejeo" psicológico entre el hombre y el lobo, que se patentiza a
través del análisis de los ingredientes literarios del relato en cuestión; de
otra, en la identificación o asociación del lobo con las tinieblas y el
elemento nemoroso, y cuya neutralización es posible gracias a la iluminación de
un microespacio, mediante el fuego u otra clase de luz. El primero, aparte su
poder crematorio, posee un carácter protector o apotropaico.
Ilustracción del artículo: Revista de Folklore, nº 25, 1983 |
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(*) Me refiero, claro está,
a aquellos casos en que un caminante es seguido por un lobo sin que aquél se
percate inmediatamente del hecho. Tal particularidad viene a constituir a
manera de premisa del episodio en cuestión.
El
lobo y el caminante: un intento de exégesis. Ramón Grande del Brío. (1983) http://bit.ly/RwGoQI Revista de Folklore nº 25 1983.
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